La alimentación antiinflamatoria busca reducir la inflamación crónica que puede causar cansancio, hinchazón, dolor hasta llevarte a sufrir enfermedades crónicas. Aquí encontrarás respuestas claras y prácticas basadas en ciencia.

Cada cuerpo responde diferente a los alimentos, por eso no existe una dieta única para todos.
La clave está en identificar qué alimentos te detonan inflamación y cuáles te nutren sin generar estrés interno. Conocer tus sensibilidades es clave, es decir, qué alimentos van con la química de tu cuerpo, porque te permite comer de manera inteligente, antiinflamatoria y personalizada.
La inflamación es la chispa de muchos problemas de salud. Aprende a apagarla desde la raíz.
Vanessa Duarte
Una alimentación antiinflamatoria se basa en lo natural: proteínas de origen animal no procesadas, frutas, verduras y frutos secos. Son comidas que no detonan “alarmas” de inflamación en el cuerpo. Por eso es importante saber a qué alimentos eres sensible, ya que pueden desatar una respuesta inmunológica inflamatoria.
2. ¿Qué alimentos debo evitar si quiero reducir la inflamación?
Azúcares añadidos, ultraprocesados, harinas refinadas, aceites vegetales refinados, lácteos industriales, carnes procesadas y alimentos con exceso de aditivos. También es clave identificar alimentos específicos a los que tu cuerpo es sensible: lo que inflama a uno puede no afectar a otro.

No todos. Aceites refinados de maíz, canola, soya, palma o girasol pueden favorecer la inflamación. En cambio, el aceite de oliva extra virgen, el de aguacate y el de coco tienen propiedades antiinflamatorias y son más seguros para la mayoría de las personas.
Sí, pero depende de la cantidad y la fuente. Es importante moderarlo, sobre todo si proviene de alimentos procesados, donde la cantidad y calidad del gluten pueden variar mucho. Los panes artesanales como el de masa madre suelen ser mejor tolerados. Las personas con enfermedad celíaca, enfermedades autoinmunes, sensibilidad al gluten o problemas intestinales específicos deberían evitarlo por completo.
Cada cuerpo tiene su propia química, encuentra la tuya y equilibra tu salud.

Sí, el exceso de azúcares refinados y bebidas azucaradas aumenta la inflamación crónica.
Por diferentes razones: la primera es que genera continuamente picos de glucosa en tu sangre, causando desequilibrio hormonal y problemas metabólicos; también afecta el sistema cognitivo y desregula la microbiota intestinal, ya que favorece el desarrollo de candidiasis.
Sí, la alimentación es una parte fundamental, porque lo haces al menos tres veces al día, todos los días. Pero no es el único factor.
La falta de sueño, el estrés crónico, la exposición a sustancias químicas o a mohos que saturan tus vías de detoxificación, infecciones no resueltas y desequilibrios intestinales también pueden activar tus rutas inflamatorias.
Por eso, cuando acompaño a alguien con enfermedades autoinmunes o inflamación crónica, debo mirar el cuerpo como un sistema integrado: alimentación, descanso, emociones, ambiente y hábitos. Todo está conectado.
La inflamación aguda es una respuesta inmediata del sistema inmunológico: reparadora, protectora y temporal. Por ejemplo, cuando te cortas o te doblas un pie, esa hinchazón es parte de tu proceso natural de curación.
La inflamación crónica, en cambio, ocurre cuando el cuerpo siente que tiene que “reparar” constantemente, aunque no haya una lesión real. Es de bajo grado, silenciosa y puede mantenerse activa por años, sobre todo si comes alimentos que tu cuerpo percibe como agresores o si vives en un estado de estrés continuo.
Con el tiempo, este tipo de inflamación puede dañar tejidos sanos, afectar hormonas, el metabolismo y el sistema nervioso. Y aquí entra la bioindividualización: dos personas pueden comer igual, pero una tiene una respuesta inflamatoria alta y la otra no. Por eso, escuchar al cuerpo es una excelente medida de prevención y personalizar es la medida más eficaz para ayudar.
Sí, por varias razones. El cuerpo interpreta la falta de descanso como una “alerta” constante y se mantiene en modo defensa. Pero no solo cuenta la cantidad de sueño, sino también la calidad.
Durante el sueño profundo, el cuerpo activa procesos de limpieza cerebral y reparación celular, eliminando proteínas inflamatorias y radicales libres. Si no alcanzas este nivel de descanso, la inflamación se acumula y puede afectar tu metabolismo, tu estado de ánimo y tu capacidad de concentración. Si tienes un dispositivo de bienestar que te ayuda a medir el sueño, evalúa si llegas al sueño profundo.
En la práctica: Si comes muy pesado, alto en azúcares o con alimentos que te inflaman a tu cuerpo, esta fase de sueño llegará.
Si notas que te levantas cansada, que tienes más tus antojos, tu cuerpo te está hablando. No te pide fuerza de voluntad, te pide regulación y descanso.
El 70 % del sistema inmunológico vive en tu intestino. Cuando hay inflamación intestinal, disbiosis, permeabilidad intestinal o sobrecrecimiento bacteriano (SIBO), el sistema inmune se activa de forma crónica y las hormonas comienzan a desbalancearse lo cual desajusta tu metabolismo.
Por eso, desinflamar el intestino es clave para recuperar el equilibrio químico del cuerpo. Algunas personas se inflaman con el gluten, otras con los lácteos, las legumbres o incluso con ciertas frutas.
La clave está en conocerte: escuchar cómo responde tu cuerpo y ajustar tu alimentación de forma bioindividualizada. Solo así logras un enfoque antiinflamatorio sostenible, sin restricciones innecesarias y con bienestar real.
La inflamación no siempre se nota, pero el cuerpo siempre avisa. Los signos pueden ser sutiles: fatiga persistente, digestión irregular, inflamación abdominal, dolores articulares leves, cambios de humor, antojos constantes, dificultad para concentrarte, aumento de peso sin causa aparente o dolores de cabeza frecuentes.
A veces nos acostumbramos a vivir con estos síntomas y los normalizamos, pero son pequeñas señales de desbalance que el cuerpo intenta comunicarte.
Por eso creé una autoevaluación gratuita que te ayudará a descubrir en qué nivel de inflamación se encuentra tu cuerpo y qué tan urgente es atender ese desbalance. Es un paso sencillo, pero poderoso, para entenderte mejor y empezar a recuperar tu equilibrio desde adentro
Si a veces te sientes cansada, inflamada o con malestares… pero tus evaluaciones médicas dicen que “todo está bien”, este test es para ti.
La medicina convencional agrupa síntomas, pero tu cuerpo tiene su propio lenguaje químico y aprender a escucharlo es la mejor manera de prevenir enfermedades y puede cambiar como te sientes.
Los análisis médicos detectan problemas cuando ya están avanzados, pero tu cuerpo te habla mucho antes: a través del cansancio, los antojos, los cambios de humor o esa hinchazón que ya consideras “normal”.
No esperes a que el cuerpo grite lo que hoy susurra.
